Sensibilidad del procesamiento sensorial en niños

Definiendo el concepto

La alta sensibilidad, introducida en la literatura académica como Sensory Processing Sensitivity (SPS) (Aron & Aron, 1997) es un rasgo innato que tiene aproximadamente el 15-20% de la población mundial. Este rasgo se caracteriza por una alta sensibilidad del sistema nervioso central, un procesamiento profundo de los estímulos internos y externos, y una tendencia en el estilo cognitivo a procesar la información de manera más elaborada (Aron, Aron y Jagiellowicz, 2012).

Elain Aron (2004), quien inició la investigación en este campo, ha conceptualizado un modelo que define este concepto desde 4 perspectivas – el modelo DOES 

  • D – procesamiento profundo: la información se procesa más profundamente,
  • O – sobreestimulación: la tendencia a sentirse abrumado por la cantidad de información que encuentran,
  • E – reactividad emocional / empatía: la empatía que muestran, la reactividad emocional como retroalimentación a los sentimientos de otras personas
  • S – sutilezas: los matices y detalles que perciben.

Aunque inicialmente se reconoció en un número limitado de especies, hoy en día se considera que el SPS es característico de miembros de más de 100 especies no humanas (Wolf, van Doorn y Weissing, 2008). El concepto de sensibilidad de procesamiento sensorial adoptó la perspectiva biológica, que establece que para la mayoría de las especies existen diferentes tipos de personalidad: miembros tímidos o atrevidos, agresivos o no agresivos, sensibles o no sensibles (Sih y Bell, 2008).

En cuanto a la alta sensibilidad, los investigadores se han centrado en los umbrales sensoriales, que resultaron ser muy bajos para las personas con este rasgo. Las personas hipersensibles se describen como más atentas y capaces de observar sin esfuerzo los estímulos sutiles en su entorno. Además, les resulta difícil ignorar ciertas características que pueden ser irrelevantes y se molestan fácilmente con entradas fuertes, como sonidos fuertes o altas temperaturas (Aron, 2010).

Se ha definido una cierta sensibilidad hacia el entorno, la capacidad de registrar y procesar información relacionada con el contexto en el que se desenvuelven las personas; estas características ayudan a la persona a reaccionar y adaptarse a los desafíos y oportunidades asociados con el entorno (Pluess, 2015) . Si bien la adaptación está presente para la gran mayoría de los individuos, los estudios sugieren que existen grandes diferencias en materia de sensibilidad ambiental (Belsky & Pluess, 2013). Esta sensibilidad puede interferir con la participación en actividades, así como con el desarrollo social, cognitivo o sensorial y motor de los niños (Dunn, 2001).

A nivel neuronal, los estudios de resonancia magnética funcional revelaron que el SPS se correlaciona con una mayor activación general de las áreas visuales asociadas a finas distinciones (Jagiellowicz et al., 2010) y en las regiones responsables de la conciencia, empatía, retroalimentación a las expresiones emocionales de otras personas ( Avecedo et al., 2014).

Diferencias entre SPS y rasgos similares

El SPS es comparable a nivel conductual con rasgos que se identifican por la pausa entre acciones: inhibición (Kagan et al., 1994), timidez (Jones et al., 1996) e introversión (Aron y Aron, 1997). Las investigaciones y las personas hipersensibles que describen sus experiencias revelan que procesar cualquier tipo de input es más complejo, por lo que las decisiones que toman estas personas y sus acciones aparecen después de un tiempo más largo, en comparación con otras. Este es un aspecto que puede asignarse a la inhibición, pero la diferencia es que las personas inhibidas tienen este tipo de conductas como retrasos o incluso falta de acciones solo por estímulos que encuentran negativos (Jagiellowicz, Aron, și Aron, 2012).

La introversión se correlacionó con la reflexividad y un procesamiento cognitivo reflexivo (Patterson et al., 1987), que son parte del comportamiento de una persona hipersensible, pero la diferencia es su sociabilidad: las personas altamente sensibles no se caracterizan por una baja sociabilidad (Aron et al., 2010).

Los trastornos del espectro autista representan otra categoría a la que se puede asignar erróneamente a los niños muy sensibles debido a algunas características comunes de los dos conceptos. Los niños con trastornos del espectro autista pueden ser hiperactivos en sus interacciones con estímulos táctiles, visuales o auditivos, pero también presentan algunos comportamientos específicos – acciones repetitivas, intereses limitados, dificultades en la socialización y falta de empatía – que no son comunes en niños muy sensibles.

SPS y el medio ambiente donde los niños crecen y se desarrollan

Aron y col. (2005) descubrieron que un entorno infantil negativo se ha asociado con una afectividad negativa para las personas altamente sensibles, el concepto de entorno incluye prácticas y actitudes de los padres y también experiencias de la infancia. Los niños con un temperamento considerado más difícil se vieron afectados negativamente por prácticas parentales de baja calidad y positivamente afectados por prácticas de alta calidad, en comparación con los niños con un temperamento menos difícil, ya que los maestros informaron que tenían en cuenta las habilidades sociales de los niños (Roisman et al., 2012).

Se han obtenido resultados similares en otro estudio donde la emocionalidad negativa medida cada 7 meses se ha asociado con una alta sensibilidad, tanto para las relaciones madre-hijo débiles como fuertes medidas a los 15 meses de edad (Kim y Kochanska, 2012).

El estudio realizado por Pluess y Belski en 2010 mostró que el temperamento del bebé informado por la madre a los 6 meses de edad era un predictor de la sensibilidad del niño, considerando la calidad de la crianza brindada en los primeros 4-5 años de vida.

El alto nivel de estimulación que experimentan los niños hipersensibles les causa angustia a partir de edades pequeñas, ya que el llanto excesivo de los niños muy pequeños se ha correlacionado con esta característica de hipersensibilidad (Boterberg y Warreyn, 2016). Los niños que tenían un alto nivel de reactividad eran más propensos a enfermarse o lesionarse que los de baja reactividad, en situaciones estresantes en el hogar o en la escuela y también en situaciones con un nivel normal de estrés (Boice et al., 1995).

Aron, Aron y Davies (2005) demostraron que la sensibilidad al procesamiento sensorial y las condiciones ambientales desfavorables de la niñez conducen a una afectividad negativa que también puede conducir a la timidez en la edad adulta. Este miedo a las evaluaciones negativas de los demás en las interacciones sociales crea malestar y un deseo de limitar estas interacciones, así como ansiedad y depresión.

Liss, Timmel, Baxley y Killingsworth (2005) mostraron que la sensibilidad al procesamiento sensorial se correlacionó con una protección parental excesiva. Los padres que reconocieron la sensibilidad de sus hijos se hicieron cargo de sus tareas, dejándolos sin responsabilidades y fortaleciendo su percepción de la sensibilidad.

Teniendo en cuenta toda esta información sobre las experiencias intensas de los niños altamente sensibles y los efectos que estas experiencias tienen en sus actividades, es importante que este rasgo innato pueda ser identificado desde edades tempranas, ya que podría convertirse en un factor protector, pero también un factor de riesgo de problemas emocionales y conductas inadaptativas para el período adulto. Como se demostró, tanto el ambiente familiar como el escolar tienen aportes para el óptimo desarrollo de los niños, lo que implica la cooperación entre padres y maestros. Las personas que interactúan con niños altamente sensibles deben ser capaces de identificarlos adecuadamente para poder apoyarlos emocionalmente y adaptar las condiciones ambientales de acuerdo con sus capacidades de procesar estímulos a un nivel que no les abrume.

 

References

Acevedo, B., Aron, E., Aron, A., Sangster, M., Collins, N., & Brown, L. (2014). The highly sensitive brain: an fMRI study of sensory processing sensitivity and response to others’ emotions. Brain And Behavior4(4), 580-594. doi: 10.1002/brb3.242

Acevedo B., Aron E., Pospos S., Jessen D. (2018). The functional highly sensitive brain: a review of the brain circuits underlying sensory processing sensitivity and seemingly related disorders. Phil. Trans. R. Soc. B 373: 20170161. http://dx.doi.org/10.1098/rstb.2017.0161

Aron A., Ketay S., Hedden T., Aron E.N., Rose M.H., Gabrieli J.D.E. (2010). Temperament trait of sensory processing sensitivity moderates cultural differences in neural response. Social cognitive and affective neuroscience 5, 2-3, 219-226. https://doi.org/10.1093/scan/nsq028

Aron, E. (2004). The highly sensitive child.

Aron, E. N. (2010). Psychotherapy and the highly sensitive person. New York: Routledge

Aron, E., & Aron, A. (1997). Sensory-processing sensitivity and its relation to introversion and emotionality. Journal Of Personality And Social Psychology73(2), 345-368. doi: 10.1037//0022-3514.73.2.345

Aron, E., Aron, A., & Davies, K. (2005). Adult Shyness: The Interaction of Temperamental Sensitivity and an Adverse Childhood Environment. Personality And Social Psychology Bulletin31(2), 181-197. doi: 10.1177/0146167204271419

Aron, E., Aron, A., & Jagiellowicz, J. (2012). Sensory Processing Sensitivity. Personality And Social Psychology Review16(3), 262-282. doi: 10.1177/1088868311434213

Boice, W. T., Chesney, M., Alkon, A., Tschann, J. M., Adams, S., Chesterman, B., et al. (1995). Psychobiologic reactivity to stress and childhood respiratory illnesses: Results of two prospective studies. Psychosomatic Medicine, 57, 411-422.

Belsky, J., & Pluess, M. (2013). Beyond risk, resilience, and dysregulation: Phenotypic plasticity and human development. Development And Psychopathology25(4pt2), 1243-1261. doi: 10.1017/s095457941300059x

Boterberg, S., & Warreyn, P. (2016). Making sense of it all: The impact of sensory processing sensitivity on daily functioning of children. Personality and Individual Differences, 92, 80-86. http://dx.doi.org/10.1016/j.paid.2015.12.022

Dunn, W. (2001). The sensations of everyday life: Empirical, theoretical, and pragmatic considerations. The American Journal of Occupational Therapy, 55(6), 608–620. http://dx.doi.org/10.5014/ajot.55.6.608.

Jagiellowicz, J., Xu, X., Aron, A., Aron, E., Cao, G., Feng, T., & Weng, X. (2010). The trait of sensory processing sensitivity and neural responses to changes in visual scenes. Social Cognitive And Affective Neuroscience6(1), 38-47. doi: 10.1093/scan/nsq001

Jones, W.H., Cheek, J.M., Briggs, S.R., editors (1986). Shyness: Perspectives on Research and Treatment. New York: Plenum

Kagan, J. (1994). Galen’s prophecy: Temperament in human nature. New York: Basic Books

Kim, S., & Kochanska, G. (2012). Child Temperament Moderates Effects of Parent-Child Mutuality on Self-Regulation: A Relationship-Based Path for Emotionally Negative Infants. Child Development83(4), 1275-1289. doi: 10.1111/j.1467-8624.2012.01778.x

Liss, M., Timmel, L., Baxley, K., & Killingsworth, P. (2005). Sensory processing sensitivity and its relation to parental bonding, anxiety, and depression. Personality And Individual Differences39(8), 1429-1439. doi: 10.1016/j.paid.2005.05.007

Patterson, C.M., Kosson, D.S., Newman, J.P. (1987). Reaction to punishment, reflectivity, and passive-avoidance learning in extroverts. Journal of Personality and Social Psychology, 52, 565–75.

Pluess, M. (2015). Individual Differences in Environmental Sensitivity. Child Development Perspectives9(3), 138-143. doi: 10.1111/cdep.12120

Pluess, M., & Belsky, J. (2010). Differential susceptibility to parenting and quality child care. Developmental Psychology46(2), 379-390. doi: 10.1037/a0015203

Roisman, G., Newman, D., Fraley, R., Haltigan, J., Groh, A., & Haydon, K. (2012). Distinguishing differential susceptibility from diathesis–stress: Recommendations for evaluating interaction effects. Development And Psychopathology24(02), 389-409. doi: 10.1017/s0954579412000065

Sih, A., Bell, A.M. (2008). Insights for behavioral ecology from behavioral syndromes. In: Brockmann, H.J., Roper, T.J., Naguib, M., WynneEdwards, K.E., Barnard, C., Mitani, J., editors. Advances in the Study of Behavior, Vol. 38, San Diego: Elsevier Academic Press, pp. 227–81

Wolf, M., van Doorn, G. S., & Weissing, F. J. (2008). Evolutionary emergence of responsive and unresponsive personalities. PNAS Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, 105(41), 15825-15830. http://dx.doi.org/10.1073/pnas.0805473105

Disclaimer

This article has been published in the Journal of Clinical Psychology and Psychotherapy, issue no 5-6, 2018, on the www.expertpsy.ro website and it was presented in the Conference ASISTENȚA LOGOPEDICĂ: ACTUALITATE ȘI ORIZONTURI, at Chișinău, 22-23 November 2018 and it was posted on the blog with the consent of the authors, co-organizing the E-MOTION project.

Authors

Armand Veleanovici,  PhD

Armand Veleanovici, PhD

He has a PhD in psychology and he is a supervisor and trainer in clinical psychology, psychological counseling, and a trained psychotherapist, also having a degree in juridic sciences. He has been concerned about child abuse and neglect even before getting his degree in psychology and since 2006 he has been working in the system of child protection.

Laura Mat

Laura Mat

She is a clinical psychologist, training to become a psychotherapist and studying Health Psychology as her masters’ degree curricula. She has interacted with both typical children and children with neurodevelopmental disorders, during volunteering programs in NGOs and a hospital.

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